22 mayo 2006

Fidel Castro dejó mudo al imperio

En EE.UU. pululan las publicaciones
especializadas en justipreciar las fortunas y sus
subi-bajas. Una cultura que pone al Dios Dinero
en el centro de la ideología, necesita esa prensa
que da detalles de los personajes del ranking
pero nunca denuncian cómo hicieron para juntar
dólares pisando cabezas de otros seres
humanos.

Las primicias de Forbes y su competidora
Fortune tienen muy pocos efectos positivos en la
humanidad. Quizás el único, según mi opinión,
es que dan cierto material que permite a la ONU
ilustrar sus informes sobre la situación mundial y
afirmar, por ejemplo, que cuatro
multimillonarios tienen tanta riqueza como los
600 millones de habitantes de los países más
pobres del planeta.

Hasta ahora tampoco provocaban mayor
polémica. A lo sumo, el ricachón número cinco
decía que estaba mal clasificado porque su
patrimonio superaba al del ubicado en el escalón
superior. Pero si el casillero top es de Bill Gates,
de Warren Buffett o de uno de los hermanos
Walton, de Wal Mart, no le cambiará la vida a
nadie.

Pero hete aquí que la revista Forbes empezó a
confeccionar un listado sobre los gobernantes
más ricos, no ya sobre empresarios o
banqueros. Y allí la traicionó su ideología
ultraderechista y anticomunista, pues sin
pruebas metió en ese podio al presidente cubano
Fidel Castro.

Ya lo había hecho antes, adjudicándole 110
millones de dólares de riqueza personal en 2003
y 550 millones en la actualización de 2005. El 4
de mayo último, Forbes llevó la apuesta a las
nubes: Castro tenía supuestamente 900 millones
y se ubicaba en el séptimo lugar del ranking,
superando al presidente de Guinea Ecuatorial,
Teodoro Obiang (600 millones), y a las reinas
Victoria II de Inglaterra (500) y Beatriz de
Holanda (270).

Es posible que -menos la inverosímil de Castrolas
demás fortunas sean copiosas, como las de
esas monarcas europeas y de quienes encabezan
el listado, como el rey de Arabia Saudita, Abadlá
Bin Abdulaziz (21.000 millones); el sultán de
Brunei, Hassanal Bolkiah (20.000); el jeque

de los Emiratos Arabes, Jalifa bin Zayed al
Nahyan (19.000) y el emir de Dubai, Mohammad
bin Rachid al Maktum (14.000).

Miente, miente…

Se atribuye al jefe de la propaganda nazi,
Joseph Goebbels, haber convertido en axioma el
“miente, miente, que algo queda”. Imitándolo,
Steve Forbes, el millonario dueño de la revista y
de una cuenta personal de 1.839 millones de
dólares, difundió su listado de superricos en la
primera semana de mayo. La noticia fue
devorada y defecada por la maquinaria mundial
adicta a los imperios regidos por el dólar, el
euro, el yen y la libra esterlina, con todos los
medios gráficos, radiales, televisivos y
electrónicos a disposición. El foco fue la supuesta
billetera del líder cubano.

La amarillista revista dijo haber calculado como
ingresos de aquél un porcentaje de las ganancias
del Palacio de las Convenciones, el
conglomerado de negocios al por menor llamado
Cimex y las ventas de vacunas y productos
farmacéuticos de Medicuba.

Esas empresas y tantas otras existentes en
Cuba, afortunadamente tienen ingresos con los
que el país puede pagar sus importaciones de
insumos, equipos, petróleo y maquinaria. Así se
financian sus programas sociales y hacen sus
ahorros e inversiones. Estas últimas son
cuantiosas en la industria de medicamentos y la
biotecnología: aproximadamente mil millones de
dólares en los últimos años.

Pero que de allí vaya un billete al bolsillo de
Castro, ese fue un invento urdido por el
Departamento de Estado y la CIA, obsesionados
por denigrar a quien mora en el Palacio de la
Revolución, en La Habana.

La publicación fue aún más venenosa pues
aludió a “rumores” sobre la existencia de
cuentas bancarias en Suiza a nombre del
mandatario y/o testaferros.

En años anteriores el acusado no contestó pero
esta vez su paciencia se colmó o bien consideró
políticamente que lo mejor era replicar. Y lo hizo
a lo grande, el lunes 15 de mayo, en una
comparecencia en la televisión y radio que duró
cuatro horas y contó con el testimonio de cinco
personalidades que dieron fe de su honestidad.

Luego de desmontar una por una las falacias, el
comandante en jefe desafió a George Bush, la
CIA y la revista a que demostraran que él
tuviera una sola cuenta corriente en el
extranjero y en tal caso renunciaría a la

presidencia. Textualmente afirmó: “búsquenme
una cuenta, un dólar; si prueban que tengo un
solo dólar renuncio a mi cargo y a las funciones
que estoy desempeñando, ya no le harían falta
ni planes, ni transiciones”.

Ahora la pelota quedó picando en Wall Street y
el Salón Oval. Algunos de los invitados del
programa televisivo, como Francisco Soberón,
titular del Banco Central de Cuba, se burlaron de
la poca profesionalidad y el sesgo oficialista de la
revista. Dijo: “Forbes podía atribuir a Bush el 10
por ciento de los 500.000 millones de dólares
que anualmente y de manera impune se lavan
en bancos norteamericanos procedentes del
narcotráfico y el crimen organizado, o idéntico
porcentaje de coimas y sobornos de los 280.456
millones de dólares que ha costado al
contribuyente estadounidense la agresión contra
Irak”.

Con esos ingresos, el texano estaría cómodo al
tope de los presidentes millonarios sin contar lo
que ahorró durante sus dos mandatos en
Washington, la venta de sus acciones en Harkem
Energy y los vueltos de sus amigos de la
energética Enron, autores del mayor fraude
financiero en la superpotencia.

¿Por qué lo atacan?

A Fidel Castro no hace falta defenderlo porque
en la vida le ha ido bastante bien defendiéndose
personalmente, desde su alegato “La historia me
absolverá” en el juicio durante la dictadura de
Fulgencio Batista por la toma del Cuartel
Moncada, en adelante. El hombre está saliendo
indemne de este último ataque que quiso
presentarlo como un “ladrón” y sobre todo como
un “traidor” a los miles de cubanos que dieron
sus vidas en la revolución cubana. Entre éstos,
los que murieron en el intento de toma de la
unidad en el oriente de la isla en 1953 y la
represión posterior, los de Playa Girón de 1961,
los del avión de Cubana que volaba sobre
Barbados en 1976, los caídos en Angola y otras
misiones internacionalistas, etc.

Si las autoridades estadounidenses han caído en
maniobras tan burdas como las de Forbes, es
porque se están quedando sin cartas, perdiendo
la partida.

No pudieron matar al personaje pese a los 637
intentos de asesinatos pergeñados por la CIA y

desbaratados por la seguridad cubana y del
mismo blanco elegido.

Y peor aún para los capos de imperio, la
revolución cubana sigue gozando de buena
salud, como su casi octogenario jefe al que en
2005 lo dieron por fulminado por la demencia
senil de Alzheimer y contestó con un magistral
discurso, de memoria y de pie a lo largo de
cuatro horas.

¿Por qué la administración Bush se “zarpó” en
sus acusaciones? La clave hay que buscarla en
las victorias de la isla, entre las que hay que
mencionar, sólo en 2006: crecimiento económico
del primer trimestre del 11,8 por ciento en
cotejo con igual período del año anterior, firma
del Tratado de Comercio de los Pueblos y ALBA
con Bolivia (ya estaba conformado con
Venezuela), confirmación de que la denuncia de
Castro era correcta respecto a que el terrorista
Luis Posada Carriles había ingresado en marzo
de 2005 a EE.UU. con conocimiento del
gobierno, votación de 135 países en la ONU para
que Cuba integre el Consejo de Derechos
Humanos e informe de cinco relatores de la ONU
auspiciando el cierre de la prisión de
Guantánamo donde 600 prisioneros fueron
legalizados después de cuatro años.

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