07 diciembre 2007

¿QUÉ ESTARÁ HACIENDO LA cia?

Dicen que la más grande explosión no nuclear del planeta ocurrió en 1982, en territorio de la entonces viva Unión Soviética.

La víctima fue el gasoducto transiberiano que partía de Urengoi, en Siberia, atravesaba Kazajstán y terminaba en una planta que lo redistribuía hacia Europa Occidental.

El estallido arrojó piezas de tubería a ochenta kilómetros de distancia y pudo ser fotografiado por satélites norteamericanos: un hongo anaranjado coronado por un penacho negro de miles de metros.

Los soviéticos sospecharon, desde el comienzo de las investigaciones, en un sabotaje, pero jamás pudieron probarlo.

Al fin y al cabo, tenían razones para ser suspicaces: Ronald Reagan había dado carta blanca a la cia para calentar la guerra fría a temperaturas de apocalipsis.

Era la época en que se ocupaba Grenada o Panamá, se armaba a Saddam Hussein para desangrar al régimen de Irán, se traficaba con drogas para favorecer a la contra nicaragüense o se actuaba a favor de los talibanes que más tarde Estados Unidos habría de matar desde el aire y con el menor riesgo posible. Eran los tiempos de las coordinaciones políticas entre Juan Pablo II y Vernon Walters, el enviado de Reagan que llegaba en un vuelo secreto Washington-Roma cada cierto tiempo. En esos diálogos el tema recurrente era "Solidaridad" , el sindicato que había nacido puro pero que a mediados de los 80 resultó financiado básicamente por la cia con la mediación del papado.

La verdad del gasoducto soviético fue revelada en detalle años más tarde en un libro titulado "En el abismo: historia de un protagonista de la Guerra Fría". Lo escribió Thomas Reed, el que fuera durante mucho tiempo jefe de las operaciones aéreas del espionaje estadounidense.

En ese libro Reed cuenta cómo la cia "colocó", a través de empresas canadienses que servían de tapadera, programas informáticos infectados que los soviéticos compraban con tanta avidez como torpeza. Y así, con un software malicioso programado para no delatarse de inmediato, los soviéticos armaron el complejo mando del gasoducto. Reed lo dice con todas sus letras: "El sistema que operaba las bombas, turbinas y válvulas estaba programado para enloquecer. Después de un intervalo de tiempo indicado, resetearía la velocidad de las bombas y la configuración de las válvulas para producir una presión muy por encima de lo que las juntas de la tubería podrían soportar…" El resultado fue desastroso para la ya arruinada economía de la URSS.

No sólo eso. La cia sembró la Unión Soviética de programas que eran vendidos por supuestos piratas informáticos. "Les vendimos seudosoftwares que dislocaban las fábricas, ideas convincentes pero fallidas para la aviación militar y la defensa aeroespacial" , añade Reed (la cita es de la periodista cubana Rosa Elizalde).

Cuando los soviéticos empezaron a hacer un recuento de los daños fue el momento que escogió Reagan para plantear el escudo defensivo llamado "guerra de las galaxias". No había respuesta posible para ese jaque. Poco tiempo después, todo se desplomaba y Yeltsin, subido a un tanque de vodka, lanzaría la primera palada sobre el cadáver exquisito de lo que prometió ser el reino eterno del proletariado.

Todas estas cosas me han venido a la cabeza pensando en el baño de sangre que la derecha boliviana está solicitando para librarse de Evo Morales. ¿De qué cosas conspiradas por la cia nos enteraremos cuando sea demasiado tarde?

Yo he visto a la cia en "El Mercurio" de Santiago, en la guerra civil de El Salvador, en la batalla de Managua. Sé lo que hicieron en Guatemala y en el Congo, en Cuba y en la Inglaterra de Wilson y Heath. ¿A cuántas plumas estarán afilando en Sucre? ¿Detrás de cuántas siglas cambas estará su zarpa?

América Latina –lo adivino: ojalá me equivoque– asistirá impasible a la ejecución de la democracia boliviana. Una vez más.
tomado de AQUI

03 diciembre 2007

CARAJO¡¡¡¡¡¡¡

Permítanme un “¡carajo!” de bronca, porque en Venezuela ganó el NO. Y aunque a muchos les parezca un despropósito, insisto en que los pueblos no se equivocan. La pasada semana, en mi comentario “El dilema de los pueblos”, escribí lo siguiente: “En Venezuela, descontando la propaganda tendenciosa de los medios ‘republicanos y democráticos’ (incluyendo la CNN), lo cierto es que -mal que nos pese- no está tan claro el resultado del plebiscito. El error de Chávez fue, sin duda, incluir en la reforma constitucional la reelección indefinida, que proporcionó a la oposición conservadora un elemento precioso para influir en los sectores “independientes”, ya temerosos de la iniciativa del ‘Poder Popular’”.

No cabe duda de que ese temor, que se demostró que no abarcaba sólo a los “independientes”, sino a una buena porción del chavismo moderado, fue decisivo.

Se dirá que la elección fue pareja. No, no lo fue. Un 44% de abstención en una votación tan trascendental para un país indica no una altísima indiferencia, como podría pensarse, sino un elevadísimo nivel de desinformación en la población de menores recursos y del interior venezolano. Eso, para un proyecto que cuenta con el respaldo gubernamental, y una enorme masa de militantes movilizados, es imperdonable.

Fue absolutamente racional Chavez cuando afirmó que por esa diferencia de votos prefería perder.

Sin duda, con menos del 30% de la población a favor, no puede pretenderse avanzar pacíficamente hacia el socialismo. Lamentablemente, esa racionalidad que exhibió anoche, le faltó en los meses pasados cuando descuidó ordenar a sus militantes una imprescindible labor de concientización masiva sobre los alcances de la reforma constitucional y las ventajas que ésta tenía para los venezolanos menos favorecidos. Tampoco hubo la paciencia necesaria para comprender que la posibilidad de reelección permanente era una cuestión de importancia terciaria: si se ganaba en el plebiscito, si se legitimaban constitucionalmente las milicias populares, si se revocaba la independencia del Banco Central de Venezuela, la reelección presidencial podría discutirse en un par de años, con un elevado grado de poder popular detrás. Hoy, lo que se discutirá es el grado de retroceso del proyecto socialista. Y Chavez deberá dejar muy posiblemente la presidencia dentro de 5 años.

¿Y porqué sigo afirmando que los pueblos no se equivocan? Las pruebas están a la vista: Un triunfo del SI representaba -y el pueblo mayoritariamente lo entendió así- un conflicto gravísimo en puerta, que no iba a poder ser solventado con el grado de organización y movilización actual del chavismo.
tomado de aqui