La risa seria de los ángeles
Acerca de por qué el movimiento de los pingüinos, tan poderoso en 2006, se ha ido debilitando y hasta perdiendo el rumbo, para satisfacción de escépticos y mediocres
José Antonio Rivera, sociólogo (07/07)
UN CURSO DE literatura que comienzo a dictar me ha puesto en contacto con un grupo heterogéneo de estudiantes secundarios. Y aunque sólo llego a los treinta años de edad, no puedo evitar verlos como si entre nosotros mediara una distancia sideral. Son niños desplegando ideas, palabras, certezas de adultos, enfundados en un uniforme escolar (que yo odié con toda mi alma) que acaso exacerba la impresión infantil que me hago de ellos. Como sea, tenerlos al frente me hizo pensar en el innegable fenómeno social que significó la 'revolución pingüina' el año pasado, y en la desmejorada versión 2007 de este mismo movimiento.
Creo que desde el inicio del año académico, las escaramuzas de los estudiantes han venido fracasando por dos motivos muy simples: la sistemática represión policial y la escasa atención que le prestan los medios de comunicación, obsesionados con cualquier noticia que se relacione al Transantiago. Así, las actuales demandas del pingüinaje no han sido difundidas como corresponde ni han logrado estimular un debate serio respecto a la calidad de la educación en nuestro país. Muy por el contrario, los comentarios hablan de un movimiento desgastado, de oportunismo por parte de sus jóvenes líderes, de contradicciones flagrantes, de una oscura manipulación política de la izquierda extraparlamentaria. Al parecer, el mundo adulto pone sus exigencias para sentarse a dialogar con los adolescentes: quiere escuchar discursos articulados, consistentes, un listado exacto e inapelable de las reivindicaciones por las que luchan; de otra manera, que vuelvan al colegio y no sigan capeando clases.
Tal vez porque un par de muchachos inscritos en el curso mencionaron a este autor como uno de sus favoritos, recordé una entrevista al escritor Milan Kundera (realizada por otro gran escritor: Philip Roth), donde hace una reflexión que puede servir para iluminar este punto:
"El hombre utiliza la misma manifestación fisiológica -la risa- para expresar dos actitudes metafísicas distintas. Si de pronto a alguien se le cae el sombrero encima del ataúd, en una tumba recién abierta, el entierro pierde todo su sentido y nace la risa. Dos enamorados corren por un prado, cogidos de la mano, riéndose. Su risa no tiene nada que ver con ningún chiste ni con ninguna clase de humor: es la risa seria de los ángeles cuando manifiestan su alegría de existir. Ambas modalidades de risa forman parte de los placeres de la vida, pero, llevados al extremo, también indican un Apocalipsis dual: la risa entusiasta de los fanáticos-ángel, tan convencidos de su importancia en el mundo, que están dispuestos a colgar del cuello a todo el que no comparta su alegría. Y la otra risa, procedente del lado opuesto, la que proclama que nada tiene ya sentido, que hasta los entierros son ridículos y que el sexo en grupo es una mera pantomima cómica. La existencia humana transcurre entre dos abismos: a un lado, el fanatismo; al otro, el escepticismo absoluto".
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