28 diciembre 2007

DANIELLE MITTERRAND SOBRE MORALES Y LA DEMOCRACIA

Danielle Mitterrand
Carta abierta a los dirigentes europeos
Tal como Europa lo ha aprendido y cruelmente pagado, la democracia necesita ser
vivida sin cesar, reinventada, defendida tanto en el interior de nuestros países
democráticos como en el resto del mundo. Ninguna democracia es una isla. Las
democracias se deben asistencia mutua. Hoy hago, por eso, un llamado a nuestros
dirigentes y a nuestros grandes órganos de prensa: sí, lo afirmo, la joven
democracia boliviana corre un peligro mortal.
En 2005, un presidente y su gobierno son ampliamente elegidos por más de 60 por
ciento de los electores, a pesar de que una gran parte de sus electores potenciales,
indígenas, no están inscritos en las listas electorales, puesto que ni siquiera
poseen estado civil. Las grandes orientaciones políticas de este gobierno fueron
masivamente aprobadas por referéndum antes incluso de esta elección, y, en especial,
la nacionalización de las riquezas naturales en vistas de una mejor redistribución,
así como la convocatoria a una Asamblea Constituyente.
¿Por qué es indispensable una nueva Consitución? Por la razón muy simple de que la
antigua data de 1967, cuando, en América Latina, las poblaciones indígenas
(representaban en Bolivia 75 por ciento de la población) se hallaban totalmente
excluidas de cualquier ciudadanía.
Los trabajos de la Asamblea Constituyente boliviana han sido, desde sus orígenes,
constantemente trabados por las maniobras y el boicot de las antiguas oligarquías,
las cuales no soportan perder sus privilegios económicos y políticos. La oposición
minoritaria extrema el cinismo hasta disfrazar su rechazo a la sanción de las urnas
bajo la máscara de la defensa de la democracia. Reacciona con el boicot, las
agresiones en la calle, la intimidación de los responsables electos, en la estricta
continuidad de las matanzas perpetradas a civiles desarmados por el ex presidente
Sánchez de Lozada en 2003, quien, por otro lado, sigue perseguido por sus crímenes y
refugiado en Estados Unidos.
En favor de un caos cuidadosamente instrumentado, renacen las amenazas separatistas
de las regiones más ricas, que rechazan el juego democrático y no quieren “pagar por
las regiones más pobres”.
Grupos activistas neofascistas y bandas paramilitares, subvencionadas por la gran
burguesía boliviana y ciertos intereses extranjeros, instalan un clima de miedo en
las comunidades indígenas. Recordemos en qué terminaron Colombia y Guatemala,
recordemos sobre todo la democracia chilena, asesinada el 11 de septiembre de 1973
después de un proceso idéntico de desestabilización.
Se puede matar una democracia también por medio de la desinformación. No, Evo
Morales no es un dictador. No, no es la cabeza de un cártel de traficantes de
cocaína. Estas imágenes caricaturescas se hacen circular en nuestros países sin la
menor objetividad, como si la intrusión de un presidente indígena y la potencia
creciente de ciudadanos electores indígenas fuesen insoportables, no sólo a las
oligarquías latinoamericanas sino también a la prensa bienpensante occidental. Como
para desmentir aún más la mentira organizada, Evo Morales hace un llamado al
diálogo, rehúsa hacer uso del ejército y pone incluso su mandato en la balanza.
Solemnemente llamo a los defensores de la democracia, a nuestros dirigentes, a
nuestros intelectuales, a nuestros medios de comunicación. ¿Vamos a esperar que Evo
Morales conozca la suerte de Salvador Allende para llorar sobre la suerte de la
democracia boliviana?
La democracia tiene valor para todos o para nadie. Si la amamos en nuestra patria,
debemos defenderla por todos los lugares donde esté amenazada. No nos toca, como
algunos lo pretenden con arrogancia, ir a instalarla en otras naciones mediante la
fuerza de las armas; en cambio, nos toca protegerla en nuestro país con toda la
fuerza de nuestra convicción y estar al lado de aquéllos que la han instalado en su
nación.
Traducción de Vilma Fuentes

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