Mediante la siembra de información falsa –un supuesto correo electrónico de un grupo de estudiantes mexicanos denominado Flores Magón, al comandante Raúl Reyes, asesinado en la operación quirúrgica en el Sucumbíos ecuatoriano el primero de marzo de 2008–, el nuevo montaje propagandístico, que contó con la colaboración de los diarios chilenos La Tercera y El Mercurio, intentó establecer presuntos vínculos entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y “extremistas” trasandinos. Entre ellos, el pueblo mapuche, miembros del Partido Comunista local y un periodista de La Moneda, Hugo Guzmán.
Con tal fin, los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Colombia instrumentalizaron a tres connotados personeros de la ultraderecha chilena: el empresario y candidato presidencial de Renovación Nacional (RN), Sebastián Piñera –quien amasó su fortuna durante la dictadura militar y hoy es dueño de Lan Chile y Canal 11 Chilevisión–, y los senadores Alberto Espina y Andrés Allamand, anticomunistas cerriles ligados a círculos pinochetistas. El objetivo fue el mismo que se ha venido repitiendo desde que el tándem Bush-Uribe dio inicio a la segunda fase del Plan Colombia, en el marco de la “guerra al terrorismo”: regionalizar el conflicto interno colombiano para militarizar la región andina. Pero la presidenta chilena Michelle Bachelet los frenó en seco.
Ahora se sabe que la llamada operación email se fraguó en julio pasado durante un mediático viaje de Piñera, Espina y Allamand a Colombia. Entonces, los dirigentes de RN sostuvieron conversaciones privadas con Álvaro Uribe, el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, el jefe del Ejército Freddy Padilla y oficiales de la inteligencia y la policía colombiana. Incluso, participaron en una reunión del Consejo de Seguridad de Colombia.
Según despachos de prensa que circulan en Santiago, en esa ocasión el ministro Santos entregó a los viajeros presuntas pruebas contenidas en la computadora portátil de Raúl Reyes, cuya credibilidad fueron minimizadas en su oportunidad por la Interpol y el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Miguel Insunza. Lo grave del caso es que en una acción desesperada, dirigida a desviar la atención de los asuntos internos –involucrado como está en el juicio de la llamada narcoparapolítica que sigue la Corte Suprema de su país–, Uribe realizó un acto impropio e inamistoso con su homóloga Bachelet, y estuvo a punto de provocar un nuevo conflicto diplomático entre la Casa de Nariño y La Moneda, al filtrar a los líderes de la derecha opositora “información de inteligencia” que ya había sido desechada por el ministro del Interior chileno, Edmundo Pérez Yoma, y la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI).
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